A veces tienen edades o formas incorrectas. Pueden ser una mascota y nos pasamos la tarde jugando en la terraza. Otras veces tienen la cara de mi Papá, arreglan un auto, se toman un mate y me cuentan un chiste.
Si en el sueño estoy trabajando, mi amigo es el que deja al cliente en espera para hablar conmigo de música y fútbol.
Si el festival resulta demasiado esnob, a mi amigo no le disgusta que nos levantemos y vayamos a una pizzería.
En ocasiones mi amigo es un hermano con edad de secundaria, cocinando hamburguesas crudas de carne picada y comino, o pateándome penales en el patio de casa. Si ensayamos en una sala que acopla, mi amigo viste de negro y el fin de semana tocamos en un Pub sin habilitación. Si entramos en un aula, seguramente mi amigo esté rebobinando un casete de “Tangalanga” con una birome.
De vez en cuando mi amigo es una novia con la que juego a las cartas y veo series y películas. También puede ser un vecino bajito que me invita a jugar un cartucho de videojuegos, o un treintañero con el que me siento en las hamacas de una plaza a filosofar.
Por supuesto; mis amigos son los pibes del barrio con los que cada noche, en cada sueño, volvemos a juntarnos para terminar aquel partido, aunque esta vez el gol entra y ganamos.
@ErnestoFucile | Año 2014
Revista Victoria Rolanda - Mujeres de Revista